lunes, octubre 23

Lunes - con olor a café.

Vamos a ver si puedo postear al menos un par de lineas cada día durante esta semana. Una meta loca que me puse para nutrir mi blog y que se note que le presto atención, después de varias semanas sin agregar un mensaje de contenido a mi diario virtual. Hoy lunes, mientras hago tiempo en un cafe para ir al banco y después a la clase que doy en una prestigiada universidad de la localidad, deseo compartir contigo una reflexión que hace tiempo recibí por correo y refleja muy bien mi filosofía de la vida, a pesar de que yo no tomo café, creo que debemos darle sabor a nuestro andar por este mundo.

“Una mujer escuchaba pacientemente a su hija que se quejaba amargamente porque se sentía desesperada, no podía resolver los problemas que tenía, ni sabía cómo seguir adelante: estaba cansada de luchar, pues por más que lo intentaba, siempre surgía algo más y era cuento de nunca acabar.

Su madre le pidió que llenara tres ollas con agua y las pusiera en la estufa. En una, le dijo, pon unas zanahorias; en la otra, coloca un par de huevos; y en la tercera, vacía unos granos de café. Continuaron platicando durante unos minutos, hasta que le dijo a su hija: apaga la estufa y vacía las zanahorias en un plato, los huevos en otro y sirve el café por favor.

Una vez que la joven hizo lo que le pidió, su madre le preguntó: ¿Qué ves?, la hija, sorprendida, contestó: pues, zanahorias, huevos y café ¿Eso qué tiene qué ver con lo que platicamos? Es muy sencillo, respondió la madre; mira, los tres se enfrentaron al mismo elemento: el agua hirviendo. Dime hija, ¿cómo se encuentran en este momento? Ella respondió: las zanahorias se están deshaciendo, los huevos se hicieron duros y el café está listo. Muy bien, la felicitó su madre. Si te das cuenta, las zanahorias llegaron duras y soberbias para enfrentarse al agua y terminaron a punto de deshacerse; los huevos, protegidos por el cascarón llegaron frágiles, con el interior líquido y terminaron duros.

Sólo el café se había mantenido igual, de hecho, transformó al agua: le había dado su aroma, su color y su sabor. Fue el único que al enfrentarse a la prueba, no sólo no perdió sus propiedades, sino que las mejoró. Lo cierto es que cuando el agua se encuentra en el punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor.

La madre miró a su hija, diciéndole serenamente: cuando las cosas se pongan peor y no encuentres solución, reacciona positivamente ante la adversidad, eso fue lo que sucedió con el café.”

Las adversidades nos brindan oportunidades para transformarnos en mejores personas, nosotros decidimos si lo hacemos o no. No olvidemos que podemos ser como el café: capaces de cambiar la esencia de las cosas.

¿Qué clase de persona eres? ¿Te dejas vencer ante las adversidades y te desmoronas? ¿Te vuelves duro e insensible como las piedras? Me gustaría saber que eres de esas personas que cuando se enfrentan a los problemas, los transforman y los convierten en experiencias de vida. Todos podemos hacerlo. Es muy triste encontrar gente de apariencia frágil pero dura, áspera e insensible por dentro, que no se conmueve ante nada; así como también hay otras de apariencia dura, pero que a la menor dificultad se sienten derrotadas y sin la fortaleza para continuar su camino, ni con la capacidad para sostenerse a sí mismas.

Ve y dale TU sabor a TU vida.. asegurate que sea un sabor agradable para Dios sobre todas las cosas, para ti y para los demás, aunque te aseguro que si te ocupas de que sea agradable ante los ojos de Dios, los otros dos (tu y los demás) estarán complacidos por añadidura.

Feliz inicio de semana.

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